jueves, 3 de febrero de 2011

El Acido Mandélico



El ácido mandélico fue descubierto al calentar un extracto de nueces amargas diluido en ácido clorhídrico. El nombre deriva de la palabra alemana "Mandel", que significa "Almendra".
El ácido mandélico es un isómero del ácido cresotínico y del ácido oxymethielbenzónico. Los derivativos del ácido mandélico son formados como el resultado del metabolismo de adrenalina y noradrenalina con Monoamine oxidase y Transferasa.
Como la molécula posee un átomo de carbono quirálico, este ácido tiene dos formas ópticamente activas. La mezcla racémica de las dos formas es conocido como Ácido paramandélico.

Aplicaciones

El ácido mandélico, como buen alfa-hidroxiácido (se trata del ácido alfafenilhidroxiacético), posee numerosas aplicaciones en la industria cosmética, siendo de especial interés en el tratamiento de imperfecciones de la piel como el acné o la hiperpigmentación. El fundamento de su actividad antienvejecimiento, puesto que disminuye la profundidad de las arrugas y, por tanto, proporciona a la piel un aspecto más juvenil, es que posee una actividad humectante y exfoliativa, lo que favorece la eliminación de las capas superficiales de queratinocitos de la epidermis, lo cual a su vez activa la regeneración de dicho epitelio.
Como fármaco, se emplea en los tratamientos de infecciones del tracto urinario puesto que se excreta bien por la orina; esta actividad se debe a su naturaleza bacteriostática.
En usos farmacéuticos, se requiere al separación de la mezcla racémica habitual en que se presenta el compuesto; debido a que posee un carbono asimétrico, posee dos enantiómeros, uno dextrógiro y otro levógiro. Dicho carácter afecta a su función biológica, lo cual es de especial interés si se emplea como fármaco.
La cianhidrina procedente del benzaldehído se denomina mandelonitrilo. Descubierto en el miriápodo Apheloria corrugata, en el cual desempeña un papel defensivo puesto que, ante un ataque, responde enzimáticamente disociándose en cianuro de hidrógeno, muy venenoso. La aamigdalina, otro derivado del ácido mandélico, podría emplearse en quimioterapia contra el cáncer, aunque carece de la selectividad necesaria para sólo afectar sólo a las células malignas.

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